Hace unos días encontré en los pasillos de los Juzgados a una joven compañera meditabunda y con lágrimas en los ojos, con paso apresurado. Como quiera que me evitaba y no me saludó no pude más que preguntarle qué ocurría. Titubeando, y ahora sí, fijando su mirada en la mía, como si implorara que con ello se iba a solucionar el motivo de su desesperanza, me dijo esas palabras que nadie quiere sentir en sus propias carnes: “se me ha pasado un señalamiento”, y rompió a llorar sin piedad.
La
cuestión se trataba de un señalamiento para audiencia previa que no había
remitido a su Letrado ya que la resolución, por motivos informáticos (o vete tú
a saber) no pudo tener conocimiento hasta que el propio Juzgado la llamó desde
la propia sala de vistas para decirle que no había comparecido ni ella ni su
Letrado y que la tenían por incomparecida con archivo de actuaciones.
El
Auto de sobreseimiento con imposición de costas iba a ser inminente. Como así
fue, con el frio formulario al efecto.
Los
Procuradores somos víctimas de una máquina sin escrúpulos llamada LexNet y mi
compañera en ésta ocasión sufrió las consecuencias del mundo tecnológico. Los
avances informáticos y telemáticos en la profesión de Procurador ha supuesto
que las tareas sean tal vez más sencillas, pero más arriesgadas y delicadas.
Si a
SSª se le olvidara o no se percatara de que ha de asistir a una vista, no hay
duda que con una simple DIOR se solucionara el asunto volviendo a señalar nuevo
día y hora. Y “santas pascuas”. Pero para el caso de nuestra joven compañera ha
supuesto que personalmente tenga que abonar de su peculio el importe de los
honorarios de Letrado y Procurador contrario y sufrir la represalia de su
Letrado, que lo más seguro es que no le encargue más trabajo al haber perdido
su confianza.
El
seguro de responsabilidad civil será otra cuestión que le aconsejé. Y por
supuesto benzodiacepina para esa noche.
Terminé
con un beso y diciéndole: bienvenida al club de las noches de insomnio. Porque
estoy seguro que sea noche no pudo pegar ojo. El consuelo de “a quien no le ha
pasado algo así en su vida” creo que tampoco la alivió.
texto: José Córdoba Almela, Procurador
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